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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: HISTORIAS MINIMAS, por Jorge Gómez Barata
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Sat, 5 May 2007 09:45:54 -0400

Title:

SUBDESARROLLO: HISTORIAS MINIMAS

                                   (II)

                                                               Jorge Gómez Barata

 

Durante miles de años, unas civilizaciones ignoraron la existencia de las otras. Sobre las aguas del Mar Mediterráneo, griegos, romanos, francos, ibéricos, turcos, miraron a Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Libia, Siria y Arabia y, un poco más allá a Persia, Babilonia, India y China. El desarrollo lo cambió todo.

Al relacionarse, los pueblos descubrieron más identidades que diferencias. Todos ejercitaban una innata propensión al progreso y, cada cual por sus caminos, llegó a las mismas conclusiones. Usaban la rueda y dominaban el fuego, cultivaban la tierra y domesticaban animales, se alimentaban con los mismos productos, fundían metales, median el tiempo y realizaban cálculos matemáticos.

En todas partes se amaba y se creaba, forjando las piezas armables del   magnifico mosaico de la cultura universal. Junto con las artes que expresaban alegrías y tristezas, se cantaban alabanzas a deidades y poemas épicos. Además de filósofos y humanistas, artistas y literatos, en todas partes aparecían los inevitables héroes, los próceres, los caudillos y los conquistadores. La guerra y la violencia son también componentes de la cultura.

Los mitos y las leyendas florecían dondequiera y en todas partes, convivían el amor y la fe, bases de la espiritualidad. Jesucristo, Mahoma y Buda fueron otros tantos nombres que diferentes pueblos dieron a los enviados de un Dios definitivamente único y común.

De aquellos procesos de aproximación forman parte miríadas de conflictos que condujeron a ajustes territoriales e incluso absorciones de unos pueblos por otros que explican el sincretismo, la pluralidad cultural y étnica e incluso el mestizaje.

Como parte de aquel contexto histórico, Europa que disfrutaba de cierta precedencia en dominios de la ciencia y la tecnología, especialmente en la fabricación de armas y en el arte militar, sobrestimó sus fuerzas y emprendió sus primeras y descabelladas empresas colonizadora: las cruzadas mediante las que, durante casi quinientos años, intentó colonizar el Oriente Próximo, empeño que esa vez fracasó.

Mientras se cosechaban fracasos en los intentos colonizadores en Asía cercana, en 1492 los navegantes españoles llegaron a América que aislada del   mundo conocido, se encontraba en un nivel inferior de desarrollo. Allí todo fue más fácil para Europa que, derrotada por capitanes árabes, mamelucos y turcos, entre los que se recuerda a Saladino, se sintió abrumadoramente superior, ventaja que aprovechó para llevar a cabo una nefasta obra de colonización y saqueo.

El descubrimiento de América que ocurrió en un momento de madurez de las fuerzas productivas, inyectó en Europa los recursos materiales y financieros que necesitaba para el gran salto que la  impulsó a las cumbres de la civilización y del poder.

El oro que en México, Perú y Centroamérica fue cargado a lomos de mulos desde los templos y los palacios a los galeones, la plata que en Potosí estaba a flor de tierra alimentó las arcas con toda una montaña, las maderas preciosas sirvieron para construir buques, palacios y fortalezas, el refuerzo alimentarios que representó la papa, el maíz, el tomate y las frutas, los cueros y las especias y la fuerza aportada por el trabajo esclavo de los cien millones de pobladores del Nuevo Mundo, dieron a Europa un impulso colosal.

Andando el tiempo, para auto justificarse ante la historia y tal vez para tranquilizar sus conciencias, los europeos, asistidos por la Iglesia, inventaron teorías racistas. Unos hombres fueron estigmatizados por negros o morenos, paganos, judíos o negros, a los pueblos originarios de nuestra América se les negó la condición humana. Para no llamarlos hombres, La Iglesia les inventó un nombre “homúnculos”.

Los que enseñan a los jóvenes y niños que la grandeza de Europa es resultado exclusivo del talento y la laboriosidad de sus pueblos, arios, nórdicos o caucasianos y de la esclarecida conducción de sus líderes, mienten. En la riqueza europea hay tanto de negro y de indio como de europeo hay en la miseria india y africana.

No dudo de que por sus caminos y con sus propios recursos, Europa habría llegado muy lejos y muy alto, tal vez incluso hubiera liderado el progreso en occidente. Ignoro si el mundo hubiera sido mejor, aunque presumo que habría sido más armónico y, probablemente, menos injusto.

El desarrollo europeo y el subdesarrollo del Tercer Mundo no son enigmas sino procesos geopolíticos intencionalmente mal contado.

Tengo otras anécdotas, prometo ser breve.


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