EL IMPERIO ANTE EL ESPEJO, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: DIME ESPEJO MAGICO

EL IMPERIO ANTE EL ESPEJO

 

                                                             Jorge Gómez Barata

 

 

Los Estados Unidos son producto de un acto de ingeniería social, una Nación en cuya edificación original se aplicaron, tanto experiencias europeas como algunos preceptos de los sistemas filosóficos, de las doctrinas acerca de la organización política de la sociedad, del Estado y del Derecho, que estuvieron disponibles para los fundadores del último imperio occidental.

Entre el descubrimiento de América en 1492 y la llegada de los colonizadores ingleses a Jamestown en 1607, transcurrieron 115 años. A diferencia de los conquistadores iberoamericanos que eran funcionarios de la Corona, los colonizadores ingleses de Norteamérica, actuaron a titulo individual o como parte de empresas privadas. El primer acto jurídico protagonizado por los peregrinos que fundaron la colonia de Plymouth, fue declararse ajenos a cualquier gobierno establecido.

De ese modo se evitó que la Corona Británica exportara a los nuevos territorios las decadentes y absurdas prácticas de administración colonial que España instauró en América y que incluso la propia Gran Bretaña establecería luego en sus colonias.

No obstante, usando la fuerza militar, el poder económico y la influencia política, la Corona Británica logró cierto grado de dominación sobres los asentamientos coloniales norteamericanos. Cuando las imposiciones resultaron intolerables, a diferencia de lo ocurrido en Iberoamérica, los colonos norteamericanos hicieron una revolución fulminante.

En América Latina, desde el inicio de las luchas por la independencia hasta el fin de la dominación española en Cuba, la última colonia, transcurrieron casi 100 años de guerras que consumieron enormes recursos, así como las energías y el talento de generaciones de patriotas. Ese proceso en Estados Unidos demoró seis años. Todos los prohombres que en Norteamérica iniciaron la lucha sobrevivieron hasta la victoria final, en América Latina ninguno lo logró. Bolívar, Hidalgo y Martí, como todos los demás, murieron con la sensación de haber arado en el Mar.

Constituido en Nación los Estados Unidos, desataron la más agresiva expansión territorial que se recuerda. En los noventa años que corren entre 1776 y 1865 la Unión pasó de 13 a 36 estados y de menos de un millón de kilómetros cuadrados a más de nueve.

Desde los asentamientos originales en la costa atlántica, las expediciones avanzaron indetenibles en todas direcciones hasta que en su camino hacía el Pacifico, se levantó un obstáculo formidable. Esta vez no era una cadena de montañas o una  tribu, sino México, una Nación independiente, tan grande y presumiblemente tan poderosa como los propios Estados Unidos.

Valiéndose de manidas artimañas, los invasores probaron fuerza en Texas, que fue anexada, sumando a la Unión un territorio mayor que cualquier país europeo y envalentonado, en 1946 Estados Unidos le declaró la guerra a México, arrebatándole un millón y medio de kilómetros cuadrados.

Sin restar merito a ninguno de los líderes norteamericanos que en diferentes momentos pusieron en circulación enfoques doctrinarios, más o menos originales, las doctrinas básicas provienen del origen, la más acreditada, la del Destino Manifiesto que desde que fuera expuesta en el siglo XVII ha servido de comodín ideológico a la ejecutoria del imperio.

México lo sabe: de Estados Unidos no podrá esperar nada. Aquella guerra de rapiña pudo haber ocurrido antes o después, mas era inevitable porque forma parte de la  doctrina sobre la que se construyó el imperio americano, que no podía lidiar con un vecino tan grande y potencialmente peligroso.

No se trata sólo del narcisismo de la bruja ante el espejo, sino de fidelidad a la doctrina del Destino Manifiesto, verdadero fundamento ideológico del imperialismo norteamericano.