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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: REVOLUCIÓN EN EL QUIROFANO, por Jorge Gómez Barata
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Fri, 4 Jan 1980 17:35:18 -0500


REVOLUCIÓN EN EL QUIROFANO

                                                       Jorge Gómez Barata

 

Como para probar que el combate es su elemento, Fidel convirtió el quirófano en campo de batalla y encontró el modo de convertir la adversidad en escenario para una victoria revolucionaria.

 

Desde hace no menos de cuarenta años, la elite dominante de los Estados Unidos asumió que desde dentro la revolución cubana era invencible y que, desde fuera cualquier intento era excesivamente costoso. Entonces comenzó a apostar a una victoria por “forfeits”. Es decir, ganar por ausencia del contrario.

 

Sacar a Fidel del camino alcanzó rango de estrategia y todo el programa político de los Estados Unidos hacía Cuba se redujo a asesinarlo, cosa que planearon o intentaron alrededor de 700 veces. Los esfuerzos para liquidar al líder cubano configuran el más repugnante expediente político que país alguno pueda exhibir, tanto que avergonzó al Senado de los Estados Unidos, que prohibió tales prácticas, decisión revocada por Bush.

 

Entre un fracaso y otro, los años avanzaron inexorables y cayeron sobre todos, además de Fidel, encima de varios presidentes norteamericanos, adversarios formidables de la Revolución Cubana que antes que él, enfermaron o murieron. Nunca hubo desde Cuba, en los círculos privados u oficiales, una palabra o un matiz que indicara alguna sensación que no fuera de respeto por el enfermo o el fallecido y por sus familiares.

 

A partir de cierto momento, los gobiernos norteamericanos convirtieron la edad y la salud de Fidel en el elemento esencial de su estrategia y comenzaron a menudear las especulaciones de qué ocurriría cuando no estuviera, cosa a la cual él no podía dar una respuesta. Cuando él no estuviera, no sabría lo que ocurriría por una razón obvia: no estaba.

 

Ahora, incluso con cierto sentido del humor, acaba de aprovechar la infortunada necesidad de someterse a una cirugía mayor para develar el misterio. Fidel se las ha arreglado para enterar a Bush, a la contrarrevolución y de paso, para corroborar él mismo, qué pasará cuando ya no este. Lo más curioso es que lo ha logrado estando.

 

En Cuba no ha pasado nada, excepto la magnifica muestra de madurez del pueblo, del partido, las fuerzas armadas, las organizaciones de masas, la intelectualidad, los jóvenes y los niños y todos los amigos de la revolución que han cerrado filas en la cabecera de Fidel.

 

Las instituciones funcionaron y sin tensiones ni sobresaltos, actuaron como estaba previsto. Los compañeros en los que Fidel delegó sus responsabilidades, las asumieron con la mayor naturalidad, tal como hacían cuando él chequeaba diariamente las actividades, excepto que ahora se esmerarían más.

 

Raúl, su mejor admirador y más fiel subordinado y su hermano, sobre quien cayeron responsabilidades que nunca hubiera querido asumir, no introdujo cambio alguno en su estilo: trabajar al máximo y con la mayor eficiencia, con el mínimo de publicidad y sobre todo, como hemos aprendido de Fidel, sin hacer nada para complacer al enemigo. El guión de su actuación lo hace él, no los entendidos de relaciones públicas norteamericanos.

 

Donde ocurrió un desastre fue en Estados Unidos. Bush se descolocó y al comportarse del modo que lo ha hecho, ha ofendido no sólo al pueblo cubano sino a los millones de personas que, sobre todo en Estados Unidos, esperan de su alta investidura un mínimo de decencia. La contrarrevolución en Miami, queriendo celebrar el velorio de Fidel, asistió al suyo.

 

Nunca me pasó por la mente que llegaría un día en que trataría de encontrar palabras para reconfortar a Fidel ante una coyuntura desafortunada. Siempre fue al revés, como parte del pueblo, en las coyunturas difíciles esperamos de él la orientación precisa, el consejo oportuno o la orden necesaria. Nada ha cambiado.

 

Sus orientaciones están en la Proclama. Esperamos las otras. Mientras tanto, tranquilos, Raúl está al mando.

 

 


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