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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: LOS DERECHOS DE ISRAEL, por Jorge Gómez Barata
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Mon, 3 Jul 2006 11:06:54 -0400

Title: RECONOCER NO ES ACATAR

EL DERECHO DE ISRAEL

                     

                                                            Jorge Gómez Barata

 

Únicamente al coaligarse el poderío económico-militar y la voluntad política de los imperios de la modernidad, pudo armarse un proyecto a la vez   grandioso y pérfido como fue el de crear, desde cero, un Estado Judío en territorio de Palestina.

Todos los Estados son resultado de dilatados y complejos procesos de desarrollo histórico, íntimamente asociados a la formación de las nacionalidades y a la constitución de las naciones. Nunca se habían concebido en probetas, ni se habían construido por encargo, como un traje a la medida. 

La Nación–Estado, soporte de la organización política del mundo moderno, es resultado de la interacción de los requisitos que hacen una nacionalidad, entre otros: comunidad económica, territorial lingüística y cultural, así como las metas compartidas, adecuadamente fundidos con los elementos jurídicos que confieren a esas comunidades, capacidad para el autogobierno y para ejercer soberanía sobre el territorio que ocupan como un bien común.

En su arrogancia, los imperios asumieron que estaban habilitados para cambiar las bases de la historia y reeditar lo que hicieron cuando Colón llegó a América y establecieron sus colonias. Al finalizar la Guerra Mundial en Alemania, Vietnam, Corea y Palestina, aparecieron estados que resultaban de la división de territorios habitados y naciones genuinamente constituidas.        

Para crear el Estado de Israel, La ONU hizo lo mismo que la Corona Española cuando, en 1492, tomó posesión de territorios habitados. La diferencia fue que los reyes españoles se los adjudicaron así mismos, mientras que la ONU, los traspasó a los judíos europeos.

Es cierto que en el pasado remoto, tribus judías habitaron en esas tierras durante siglos y que en ellas forjaron magnificas realizaciones que forman la base de nuestra cultura judeo-cristiana y protagonizaron hechos históricos de un relieve inmarcesible, entre ellas acompañar la andadura de Jesucristo en la tierra.

No obstante, los mismos europeos que tomaron nota de los argumentos bíblicos, habían hecho y hacen caso omiso a otros hechos de precedencia histórica igualmente validos. Con la lógica que llevó a la partición de Palestina, los pueblos originarios de Iberoamérica, de Estados Unidos y Canadá y no los europeos, ni sus descendientes son los dueños de esas tierras.

No obstante, es obvio que estos argumentos tienen un valor exclusivamente académico. Nadie propone revisar la historia, aunque tampoco hace falta repetirla, cosa que ocurrió al concluir la Primera Guerra Mundial cuando tuvo lugar un nuevo reparto del mundo con desastrosas consecuencias.

A tenor con aquella experiencia, Franklin D. Roosevelt, antes de que Estados Unidos entrara en la II Guerra Mundial, impuso el compromiso plasmado en la “Carta del Atlántico”, que sirvió de base a la alianza antifascista, según la cual, los participantes en la coalición de las Naciones Unidas, debían renunciar a conquistas territoriales y comprometerse a respetar los derechos soberanos de los pueblos.

De acuerdo a aquella filosofía que durante la guerra sirvió de base a la alianza anti fascista y luego de borrador para la Carta de la ONU, al decidir la partición de Palestina, la organización internacional se desmintió.

No obstante, dado que por unas u otras razones, la comunidad internacional e incluso la dirección del pueblo palestino acatan aquella decisión, es preciso reclamar que, bajo supervisión de la ONU, se cumpla lo acordado.

Los pasos son obvios: constituir en el territorio asignado a los palestinos, un Estado soberano, para lo cual Israel deberá retirarse que originalmente le fueron asignados a los territorios originales. Cuando se trata de derechos, es preciso atenerla Derecho.   

La formula puede ser ambiciosa, no obstante es la única viable y la que hace justicia al pueblo palestino que, lo mismo que el de Israel, tiene derechos.


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