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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: EL DERECHO DE NACER, por Jorge Gómez Barata
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Fri, 25 Aug 2006 16:06:57 -0400

Title: LA VERDAD ES MEZCLA

EL DERECHO DE NACER

 

                                                              Jorge Gómez Barata

 

Los alegatos de Israel para vetar a algunos países en la integración de la fuerza multinacional que deberá desplegarse en el sur del Líbano, relanzan lo que el Estado judío llama su “derecho a existir”, debate en el que tradicionalmente se barren bajo la alfombra detalles incómodos, acerca del papel desempeñado por la ONU y la solvencia jurídica de sus acuerdos.

La existencia de los estados suele estar fuera de discusión por tratarse de entidades gestadas mediante dilatados procesos históricos, desde épocas remotas y de decisiones libérrimas adoptadas por comunidades legítimamente asentadas en territorios que constituyen sus naciones.

No es el caso de Israel, un Estado cuya legitimidad emana exclusivamente de la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, de fecha  29 de noviembre de 1947, aprobada con el voto de 33 de los 57 estados que entonces formaban la organización.

Por aquel insólito y probablemente ilegal acuerdo propuesto por Inglaterra y promovido por las grandes potencias de entonces, se resolvió dividir en dos el territorio de Palestina, un país árabe bajo administración colonial británica, para entregar la mitad a emigrantes judíos procedentes de Europa que constituyeron el Estado de Israel.

Al ponderar ese acuerdo, suele omitirse el hecho de que 23 de los 56 estados presentes estuvieron en contra o se abstuvieron y que entre los que votaron a favor no hubo ninguno de la región.

Por una paradoja, uno de los primeros acuerdos sustantivos de la ONU, giró en sentido inverso a las advertencias de su creador.

Fue precisamente por la funesta experiencia de la rapiña territorial que siguió al desenlace de la Primera Guerra Mundial que, antes de entrar en la Segunda, Roosevelt suscribió con Churchill la Carta del Atlántico, en la que condicionó la participación de los Estados Unidos al compromiso escrito de que ningún país albergaba pretensiones territoriales y que incluso seria respetada la integridad de los vencidos. La Carta del Atlántico fue el borrador para la Carta de la ONU.

El hecho de que al adoptarse la decisión Roosevelt hubiera muerto, Churchill no estuviera en el gobierno y Stalin apostara a obtener sus propias ventajas, pueden haber favorecido un acuerdo a todas luces arbitrario. No hay una sola palabra en la Carta de la ONU que autorice a la organización a disponer de un territorio ajeno, dividir un país y mucho menos enajenarlo a favor de terceros.

Aquella decisión no tuvo en cuenta que Palestina era un territorio habitado, cuyos pobladores no fueron consultados y sus derechos fueron totalmente ignorados. Para algunos juristas la decisión de la ONU es nula porque la Organización no estaba jurídicamente habilitada para adoptarla.

Por otra parte, la Carta de la ONU  es sumamente explicita y en ninguna parte del capitulo IV, referido a la Asamblea General, se le conceden a ese órgano facultades para tomar acuerdos en materia de seguridad y mucho menos para imponerlos como si fueran vinculantes. Por ser un acuerdo de la Asamblea General, la partición de Palestina nunca tuvo carácter obligatorio.

Por otra parte, Israel que fue admitido en la ONU en 1949 es el único caso en la historia de las Naciones Unidas cuya membresía fue explícitamente condicionada al cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea General referidas al retorno de los refugiados, cosa que Israel jamás obedeció

No se trata, por supuesto, de ignorar las urgencias del pueblo hebreo, sino de razonar sobre un acto jurídico sumamente discutible, adoptado de manera perentoria y emocional, sin negociaciones adecuadas ni reflexiones maduras, que pudieron haber permitido la construcción de un consenso y  la búsqueda de  alternativas menos cruentas.

Por ejemplo, en aquel debate, la India, Yugoslavia e Irán, propusieron mantener unida a Palestina y crear en su territorio un Estado Árabe y otro judío,  asumiendo los contornos de una federación.

En realidad hoy día, más que discutir el derecho de Israel a existir, se teme por el de sus vecinos. El Gran Israel desde el Nilo hasta el Éufrates se parece al “Nuevo Medio Oriente” cuyo parto ha anunciado Condoleezza Rice.


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