VENEZUELA NO PARLAMENTA, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: PEDIR PERAS AL OLMO

 

 

VENEZUELA NO PARLAMENTA

 

                                                                    Jorge Gómez Barata

 

 

Los parlamentos latinoamericanos, son la versión suave de las oligarquías nativas, complacientes frente a sátrapas y dictadores y refractarios a los cambios de signo progresista. Las cámaras y los congresos, además de como adornos, sirven para disponer de más puestos políticos para repartir entre caciques locales, políticos reciclados y retoños de las elites privilegiadas.

Excusados por la separación de poderes, los parlamentos latinoamericanos participan de la actividad antinacional y contrarrevolucionaria, como si fuera  una oposición democrática. Este aburrido componente del poder oligárquico que dispone de inmunidad para conspirar, se ha convertido en reducto donde se atrincheran los oligarcas que antes se cobijaban en los cuarteles.

Nadie debe dejarse engañar; el parlamento Brasileño no obstaculiza la entrada de Venezuela al MERCOSUR por un diferendo circunstancial, sino por razones geopolíticas y estratégicas históricas. A la oligarquía brasileña nunca le interesó la integración, mucho menos con el enfoque de la Venezuela bolivariana.

Para las elites políticas de Brasil y de Sudamérica, el MERCOSUR, una organización concebida sobre bases neoliberales, es un acuerdo entre lobos de la misma camada para crear un espacio comercial, una especie de “condominio” que permite operar con “ventajas mutuas” en el que, como por gravedad, Brasil impone su peso y construye sin traumas una hegemonía.

La oligarquía brasileña gobierna un país tan grande que no necesita expandirse, sino ser lo suficientemente paciente como para esperar el momento en que su economía, una de las diez mayores del mundo, le permita concretar la esencia de su proyección geopolítica, que persigue la meta de una relación especial con Estados Unidos.

Esas pretensiones han sido eje de contradicciones históricas entre los Estados Unidos y Brasil, que ha llegado a donde está, no con los norteamericanos, sino a pesar de ellos, hecho que matizado por la presencia de un gobierno originalmente de izquierda, puede haber inducido a errores al evaluar las razones por las que Brasil se distanció del ALCA, proyecto con el que no tiene nada en contra, excepto sus propios intereses de construirlo para si mismo en los marcos del MERCOSUR.

Precisamente ahora, cuando el momento de desempeñar el papel de potencia regional que toca a las puertas del Consejo de Seguridad y del G8, se le antoja cercano, la oligarquía brasileña no modificará sus prioridades para avanzar hacía una alianza en cuyo perfil la presencia de Venezuela será decisiva.

Aunque en la presente coyuntura, es difícil comprometer una opinión respecto al papel que en ese proceso puede estar desempeñando el presidente Lula que, obviamente no es un oligarca ni está comprometido con estrategias que vienen de los tiempos del barón de Río Branco, esa circunstancia es irrelevante. El parlamento de la oligarquía no vacilaría en pasar sobre Lula, cosa que tal vez no sea necesaria.

En 1976, Kissinger declaró: “Brasil se está volviendo una potencia mundial y no necesita aprobación de nadie, y es nuestra obligación trabajar con las realidades que existen”.

Lo que no pudo prever Kissinger es que por razones y caminos diferentes y con estrategias absolutamente divergentes, surgiría en Sudamérica otra potencia. Una potencia revolucionaria a la que lógicamente las oligarquías detestan y temen y los pueblos respaldan.  

Abusando de un ventajoso doble estándar, el parlamento brasileño que,  sin respeto alguno, se entrometió en las medidas adoptadas por Venezuela para administrar de modo soberano su espectro radioeléctrico y asignar según sus leyes y prácticas las frecuencias de radio y televisión, se declara ofendido por la respuesta venezolana. 

 

 

La posición del presidente Chávez, resuelta, digna y políticamente impecable, pudiera incluso no retirar la petición de ingreso al MERCOSUR que, defectos aparte, tal llegue a servir a los intereses legítimos de los pueblos. La solicitud pudiera quedar vigente, como espada de Damocles y como prueba de  la voluntad y la persistencia de la Revolución Bolivariana. Aceptarla o no es asunto de ellos. Los oligarcas pasan...