TAL VEZ NO VALIO LA PENA, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: Misiles de EU en Europa

TAL VEZ NO VALIÓ LA PENA

                                                                Jorge Gómez Barata

 

La noticia de que Polonia y la República Checa forman el eje del Sistema de Defensa Anti Misiles que Estados Unido diseña para Europa,  trae a colación la pregunta acerca de si valió la pena tanto esfuerzo. 

Por lo menos la mitad del mundo nunca se enteró de que la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética arriesgaba su existencia. Entre los avisados muchos desestimaron el peligro por la certeza de que los poderosos carecen de vocación para el suicidio. Los otros, aquellos que realmente temían por sus vidas, respiraron aliviados, porque la derrota de Moscú cerraba el capitulo del miedo nuclear.

Hubo ilusiones acerca del fin de la  carrera de armamentos, se soñó con palomas surcando cielos abiertos, fronteras remitidas, tanques convertidos en tractores y países tan desarrollados como paternales que, al dejar de producir armas y miedos, destinarían recursos para la ayuda al desarrollo. El fin de la historia, decretado por Fukuyama y aplaudido delirantemente en occidente, pudo haber sido el comienzo del mundo bonito. Los sueños no se confirmaron.

La autodestrucción de la Unión Soviética que sorprendió a todos, obligó a importantes redefiniciones. Una parte de la izquierda, además de los asuntos prácticos de la supervivencia, tuvo que resolver lo concerniente a los referentes y las legitimaciones teóricas; cierto grupo de estados fueron obligados a reorientar sus alianzas políticas y militares, su comercio e incluso sustituir el parque tecnológico.

Con los comunistas fuera de combate, para mantener su vigencia, además de hostilizar a los emigrantes, la derecha debió buscar otros  adversarios ideológicos. Los Estados Unidos, la súper potencia sobreviviente, tampoco tenia una estrategia post Unión Soviética. Necesitaba nuevos enemigos y, hubo que inventarlos: Saddan Hussein, Al Queda, Ben Laden e Irán, aunque con muchas carencias, al menos a nivel propagandístico, les permiten llenar el vacío dejado por el imperio del mal soviético.

Aunque la percepción de la Unión Soviética como ente único y homogéneo, idílica asociación de pueblos libres y para los más románticos, “una nueva comunidad humana” resultó esencialmente errónea, su disolución no sólo alteró el mapa político del mundo, sino su lógica de funcionamiento global. 

Desaparecida la URSS, Rusia se transformó en un país del Tercer Mundo con cohetes, exportador de materias primas, despedazada a dentelladas por las mafias que surgían de entre los aparachits y humillada por occidente, a quien suplicaba  ayuda económica para no tocar fondo.

Estados Unidos no estaba preparado para lidiar con Asia Central, cosa de la que antes se ocuparon, primero el imperio de los zares rusos y después de la revolución bolchevique, Stalin, a quien en algún momento de confusión, Lenin nombró Comisario para las Nacionalidades. Muerta la URSS, occidente descubrió que aquel atrasado conglomerado de naciones con enormes riquezas y un potencial de violencia social, étnica, nacional y política desconocido, era una reserva estratégica.

Algo semejante ocurrió con Ucrania y Belarús, cuyas actitudes nacionalistas y respondonas, que en el pasado dieron mucho que hacer a los zares y a los soviets, se habían disueltos en las aguas mansas de la nueva identidad nacional soviética. Nadie sospechaba que pronto se convertirían en estados independientes, herederos de un arsenal nuclear que en lugar de tapones entre Europa Occidental y Rusia, serían corredores.

Por otra parte la disolución de la Unión Soviética coincidió con un momento de maduración en el debut del Islam que, leyendas y propaganda aparte, ha adquirido un protagonismo en la arena internacional que no tuvieron ni siquiera cuando en el siglo V penetraron hasta Poitiers en el corazón de Francia. El Medio Oriente y Asia Central, donde se encuentran sus bases sociales y políticas, albergan también las mayores reservas de petróleo y gas y alimentan los fenómenos más complejos de la política mundial.

Los países europeos del socialismo real, dando tumbos comenzaron a hacer méritos para ingresar en la OTAN y en la Unión Europea, sin pensar que la mudanza podía tener costos muy altos, entre ellos, los de convertirlos en bases militares y, ahora mucho más que antes, en blanco nuclear.

Mientras en una inteligente maniobra, Inglaterra y Francia retiraron sus misiles atómicos de las bases en tierra y los confinaron a submarinos y grandes buques, evitando así que su territorio sea un blanco nuclear, Polonia y la República Checa se prestan para convertirse en las patas europeas del escudo antimisiles, convirtiéndose en protagonistas de una versión condensada de la Guerra de las Galaxias.

De hecho, sin debate ni trauma alguno, Estados Unidos impone a sus nuevos aliados lo que la Unión Soviética nunca ni siquiera les sugirió y los convierte en beligerantes frente a Irán, un país con el cual jamás tuvieron diferencias algunas.