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  • Subject: EDITORIAL DEL DIARIO EL HERALDO, DE HONDURAS ...09 NOV 2006
  • From: Víctor Delgado <victordelgado17@hotmail.com>
  • Date: Thu, 09 Nov 2006 22:50:29 +0000
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HONDURAS | 9 de noviembre del 2006 | ULTIMA ACTUALIZACION 10:20 a.m. (16:20 GMT)
OPINION Editorial

El regreso de Ortega



El retorno de Daniel Ortega Saavedra al poder en Nicaragua --en circunstancias y por factores totalmente distintos a aquellos que lo convirtieron primero en coordinador del Gobierno de Reconstrucción Nacional, tras el triunfo de la guerrilla sandinista, en 1979, y después como presidente, tras ganar los comicios de 1984--, está lejos de representar un cambio dramático en la política nicaragüense, ya que desde el pacto con el gobierno de Alemán en el 2000, en la práctica ha estado cogobernando con los liberales la tierra de Rubén Darío y Sandino.

Precisamente, el hecho de que no tenga que ir a una segunda vuelta electoral, a pesar de haber obtenido sólo un 38% de los votos, es producto de las reformas electorales pactadas con los liberales, ya que en las mismas no sólo se redujo del 45% al 40% el porcentaje necesario para que un candidato resultara ganador en la primera ronda electoral, sino que también se estableció que podría convertirse en presidente quien obtuviera un mínimo de 35% de apoyo en las urnas, siempre y cuando superara al menos en un 5% a su más inmediato contendiente.

Pero Ortega no sólo acomodó la ley electoral a su favor. Para recuperar el poder también se reconcilió con archienemigos de la revolución sandinista, como el cardenal Obando, sectores de la "contra" y hasta del propio somocismo. De hecho, el nuevo vicepresidente electo de Nicaragua es Jaime Morales Lacayo, un ex dirigente de la contrarrevolución ligado a la familia Somoza. No sólo eso. El ex comandante sandinista también cambió su imagen ante el electorado: de fiero líder guerrillero de encendido discurso antiimperalista, vestido de verde olivo, pasó a predicar el pacifismo, la reconciliación, ataviado en blanco y negándose a responder a los ataques de sus rivales políticos.

Mas no todo es mérito de Ortega. La abierta intromisión estadounidense, anatematizándolo y tratando de imponer a los nicaragüenses un candidato, al igual que la partición del otrora poderoso Partido Liberal también fueron factores que contribuyeron a la victoria del "danielismo", al que la vieja guardia del FSLN considera totalmente alejado del genuino sandinismo, pero que cuenta con la simpatía de Castro y Hugo Chávez.

Para bien de la democracia, de los centroamericanos y de los nicaragüenses, esperemos que de verdad Daniel Ortega haya cambiado y que logre armonizar la política de libre mercado con la urgente necesidad de reducir los altos índices de pobreza, desigualdad y corrupción que también imperan en Nicaragua.

Es un buen principio el anuncio ayer, en una conferencia de prensa junto al presidente Enrique Bolaños, de que su gobierno mantendrá las reformas constitucionales que reducen los poderes del presidente y que obligan al Ejecutivo a consultar al Legislativo para el nombramiento de funcionarios y la regulación de los servicios básicos.




HONDURAS | 9 de noviembre del 2006 | ULTIMA ACTUALIZACION 10:20 a.m. (16:20 GMT)
OPINION Editorial

El regreso de Ortega



El retorno de Daniel Ortega Saavedra al poder en Nicaragua --en circunstancias y por factores totalmente distintos a aquellos que lo convirtieron primero en coordinador del Gobierno de Reconstrucción Nacional, tras el triunfo de la guerrilla sandinista, en 1979, y después como presidente, tras ganar los comicios de 1984--, está lejos de representar un cambio dramático en la política nicaragüense, ya que desde el pacto con el gobierno de Alemán en el 2000, en la práctica ha estado cogobernando con los liberales la tierra de Rubén Darío y Sandino.

Precisamente, el hecho de que no tenga que ir a una segunda vuelta electoral, a pesar de haber obtenido sólo un 38% de los votos, es producto de las reformas electorales pactadas con los liberales, ya que en las mismas no sólo se redujo del 45% al 40% el porcentaje necesario para que un candidato resultara ganador en la primera ronda electoral, sino que también se estableció que podría convertirse en presidente quien obtuviera un mínimo de 35% de apoyo en las urnas, siempre y cuando superara al menos en un 5% a su más inmediato contendiente.

Pero Ortega no sólo acomodó la ley electoral a su favor. Para recuperar el poder también se reconcilió con archienemigos de la revolución sandinista, como el cardenal Obando, sectores de la "contra" y hasta del propio somocismo. De hecho, el nuevo vicepresidente electo de Nicaragua es Jaime Morales Lacayo, un ex dirigente de la contrarrevolución ligado a la familia Somoza. No sólo eso. El ex comandante sandinista también cambió su imagen ante el electorado: de fiero líder guerrillero de encendido discurso antiimperalista, vestido de verde olivo, pasó a predicar el pacifismo, la reconciliación, ataviado en blanco y negándose a responder a los ataques de sus rivales políticos.

Mas no todo es mérito de Ortega. La abierta intromisión estadounidense, anatematizándolo y tratando de imponer a los nicaragüenses un candidato, al igual que la partición del otrora poderoso Partido Liberal también fueron factores que contribuyeron a la victoria del "danielismo", al que la vieja guardia del FSLN considera totalmente alejado del genuino sandinismo, pero que cuenta con la simpatía de Castro y Hugo Chávez.

Para bien de la democracia, de los centroamericanos y de los nicaragüenses, esperemos que de verdad Daniel Ortega haya cambiado y que logre armonizar la política de libre mercado con la urgente necesidad de reducir los altos índices de pobreza, desigualdad y corrupción que también imperan en Nicaragua.

Es un buen principio el anuncio ayer, en una conferencia de prensa junto al presidente Enrique Bolaños, de que su gobierno mantendrá las reformas constitucionales que reducen los poderes del presidente y que obligan al Ejecutivo a consultar al Legislativo para el nombramiento de funcionarios y la regulación de los servicios básicos.

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*HONDURAS | **9 de noviembre del 2006 | **ULTIMA ACTUALIZACION* *10:20 a.m.
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      *OPINION* *Editorial*
 *El regreso de Ortega*
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El retorno de Daniel Ortega Saavedra al poder en Nicaragua --en
circunstancias y por factores totalmente distintos a aquellos que lo
convirtieron primero en coordinador del Gobierno de Reconstrucción Nacional,
tras el triunfo de la guerrilla sandinista, en 1979, y después como
presidente, tras ganar los comicios de 1984--, está lejos de representar un
cambio dramático en la política nicaragüense, ya que desde el pacto con el
gobierno de Alemán en el 2000, en la práctica ha estado cogobernando con los
liberales la tierra de Rubén Darío y Sandino.

Precisamente, el hecho de que no tenga que ir a una segunda vuelta
electoral, a pesar de haber obtenido sólo un 38% de los votos, es producto
de las reformas electorales pactadas con los liberales, ya que en las mismas
no sólo se redujo del 45% al 40% el porcentaje necesario para que un
candidato resultara ganador en la primera ronda electoral, sino que también
se estableció que podría convertirse en presidente quien obtuviera un mínimo
de 35% de apoyo en las urnas, siempre y cuando superara al menos en un 5% a
su más inmediato contendiente.

Pero Ortega no sólo acomodó la ley electoral a su favor. Para recuperar el
poder también se reconcilió con archienemigos de la revolución sandinista,
como el cardenal Obando, sectores de la "contra" y hasta del propio
somocismo. De hecho, el nuevo vicepresidente electo de Nicaragua es Jaime
Morales Lacayo, un ex dirigente de la contrarrevolución ligado a la familia
Somoza. No sólo eso. El ex comandante sandinista también cambió su imagen
ante el electorado: de fiero líder guerrillero de encendido discurso
antiimperalista, vestido de verde olivo, pasó a predicar el pacifismo, la
reconciliación, ataviado en blanco y negándose a responder a los ataques de
sus rivales políticos.

Mas no todo es mérito de Ortega. La abierta intromisión estadounidense,
anatematizándolo y tratando de imponer a los nicaragüenses un candidato, al
igual que la partición del otrora poderoso Partido Liberal también fueron
factores que contribuyeron a la victoria del "danielismo", al que la vieja
guardia del FSLN considera totalmente alejado del genuino sandinismo, pero
que cuenta con la simpatía de Castro y Hugo Chávez.

Para bien de la democracia, de los centroamericanos y de los nicaragüenses,
esperemos que de verdad Daniel Ortega haya cambiado y que logre armonizar la
política de libre mercado con la urgente necesidad de reducir los altos
índices de pobreza, desigualdad y corrupción que también imperan en
Nicaragua.

Es un buen principio el anuncio ayer, en una conferencia de prensa junto al
presidente Enrique Bolaños, de que su gobierno mantendrá las reformas
constitucionales que reducen los poderes del presidente y que obligan al
Ejecutivo a consultar al Legislativo para el nombramiento de funcionarios y
la regulación de los servicios básicos.

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