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  • To: "ifardale" <ifardale@rhc.cu>
  • Subject: OTRA CRISIS ENERGETICA CUBANA
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Fri, 13 Oct 2006 14:07:36 -0400

 

OTRA CRISIS ENERGETICA CUBANA

 

Por: Manuel E. Yepe

 

- ¡Fidel nos ha puesto en crisis a los hombres cubanos con la revolución energética!

Me extrañó escuchar una expresión de este carácter en boca de un compañero tan integrado al proceso revolucionario cubano desde los días de la lucha insurreccional y los primeros difíciles años de la definición socialista de la revolución cubana.

- Es que lo hemos apoyado en todo lo de la igualdad de la mujer pero ahora, de pronto, nos caen encima tareas para las que no estamos preparados.

Seguía sin entender a mi amigo.

- Tú y yo tenemos esposas e hijas que ya son mujeres adultas- siguió explicándose. – Ellas siempre han comprendido que, aunque nosotros apoyamos firmemente la igualdad de géneros y contribuimos en todo a la educación de los hijos y los nietos en la nueva mentalidad, la nuestra corresponde a otra etapa anterior. No estamos educados para desempeñarnos en la casa con la habilidad que lo hacen ellas.

Por la angustia que reflejaba su rostro comprendí que algo grave había en aquella circunstancia que trataba de explicarme, pero yo no acertaba a encontrar el motivo.

- ¿Tú has visto la técnica que está entrando ahora en nuestras casas? En diez minutos me explicaron a mí como funcionan todos esos equipos y ahora tengo mi turno en la cocina en igualdad de condiciones que mi mujer y mis hijas e hijos. Se me terminó el truco de la impericia.

Ese breve intercambio con mi amigo me llevó de la mano a una reflexión acerca de cuánto en realidad hemos avanzado los cubanos y cuánto nos queda por andar en una compleja problemática que la revolución se propuso abordar bien temprano en su lucha por la justicia social: el reparto desigual de las responsabilidades familiares como forma de explotación de la mujer por el hombre.

Lo más difícil de este asunto es que todos estamos de acuerdo.

En Cuba, se ha hecho lo indispensable en el campo del derecho y se ha avanzado, objetivamente, en muchos aspectos sociales, laborales y políticos del problema que siguen siendo graves en otras partes de Latinoamérica y del mundo.

No obstante los valores que el amplio ejercicio de la solidaridad humana ha ido imponiendo en otros aspectos de la vida cotidiana de los cubanos, en este país, que es uno de los que cuenta con mayor proporción de adultos mayores   en el mundo gracias a la elevada esperanza de vida que ha alcanzado, solo las generaciones que han crecido con la revolución han llevado en aceptable medida las ideas de la igualdad de los géneros al área doméstica.

Es como si los hombres de mi generación supiéramos lo que tenemos que hacer pero no tuviéramos el valor de hacerlo. Y que las mujeres, por lástima, se resignaran a no exigírnoslo pese a que disponen de los medios legales y de presión social para hacerlo, en espera de un cambio de nuestra mentalidad que no acabamos de plasmar.

  Ante el trabajo doméstico, los que vivimos en pareja, hemos asumido una posición singular. No rebatimos las ideas ni las disposiciones legales y administrativas propensas a la distribución equitativa de las tareas, pero aceptamos la conmiseración de nuestras parejas, lo que, de hecho, nos hace cómplices de la injusticia.

 Como no nos enseñaron a cocinar o limpiar, ni nuestras madres y abuelas nos dejaban jugar a las casitas o con muñecas, ni consentían que hiciéramos nada en casa porque "los varones juegan en la calle", no aprendimos a hacer lo que ahora tendríamos que hacer en aras de la razón.

Pero esto es en realidad más pretexto que excusa. Nuestra inacción no es culpa del machismo, ¡es machismo! No es una limitación genética lo que nos impide el cambio, es una limitación puramente mental, es comodidad, es vagancia.

La creciente incorporación de la mujer al mundo laboral, a escala mundial, rompe con el tradicional modelo económico que requería para su funcionamiento de una estructura familiar patriarcal que sustente la división social del trabajo: un padre proveedor y una madre a cargo de las responsabilidades familiares. La tradicional división sexual del trabajo según la cual el sexo biológico determina las funciones que deben desempeñar las personas en sociedad (la reproducción social las mujeres y las labores productivas los hombres) se ha visto modificada en sus fundamentos, generando en muchos casos un desacoplamiento entre la vida pública y privada de las personas causado por el tradicional orden de género.

Los hombres pierden terreno en su función tradicional de proveedores del hogar, sustento económico de los miembros de la familia. Las mujeres contribuyen en forma cada vez más determinante con los presupuestos familiares y los hombres deben incrementar en similar medida su participación en las tareas domesticas en aras del necesario equilibrio a nivel de la sociedad.

En Cuba, la revolución socialista imprimió una aceleración inusitada a este proceso. Aquí se trata de una transformación conciente, no simplemente espontánea.   La asignación diferenciada de papeles para hombres y mujeres en el trabajo social debía ser cambiada, en aras de la justicia, y la sociedad toda habría de contribuir a ello.

Pero, si bien el Estado socialista ha creado instituciones y fomentado mecanismos sociales encaminados a apoyar los cambios que propicien la incorporación de la mujer al empleo   y la integración de los hombres a las tareas domésticas, en aras de procurar una igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, solo el primero de estos propósitos ha tenido cabal desarrollo.

La entrada de los hombres a la esfera doméstica no ha sido un fenómeno de la misma magnitud que la incorporación femenina al empleo.

Si se excluye a una buena parte de las parejas de jóvenes en las que ambos desempeñan trabajos semejantes y que cuentan con vivienda independiente, las tareas del ámbito familiar siguen recayendo en las mujeres. Son ellas quienes esencialmente realizan las tareas domésticas y de crianza y cuidado de los hijos. Para muchas de las mujeres que se incorporan a la vida laboral, su nueva situación como trabajadoras remuneradas ha significado una verdadera extensión de su jornada laboral.

Volviendo a las preocupaciones de mi amigo, lo que me resultaba novedoso era la relación que él planteaba entre los nuevos conceptos para la renovación y modernización del sistema nacional de generación y distribución de electricidad que definen la revolución energética en Cuba y esta problemática de género.

Yo no veía, hasta ahora, nexo alguno entre los propósitos de la equiparación de sexos con los objetivos de racionalizar el consumo de hidrocarburos, suprimir despilfarros y desvíos indebidos de combustibles e introducir medios tecnológicos y electrodomésticos capaces de ahorrar anualmente mil millones de dólares por concepto de la disminución del consumo energético.

Pero pronto incorporé a mi conciencia que aquello que había surgido   como parte de la estrategia contra las afectaciones de los huracanes al sistema de generación eléctrica y había conducido a la formulación de una estrategia que no solo proveerá al país de una energía más segura y a menor costo, también podría hacer un aporte invalorable a la consecución de algo que constituye una asignatura pendiente en la aspiración esencial de garantizar la plena igualdad de género en el trabajo doméstico.

Me he llenado de coraje y he discutido el asunto, desde una posición autocrítica, con mi compañera y mis cuatro hijas. Y puedo garantizar a todos mis congéneres que, desde ya, he asumido mis deberes domésticos con mucho orgullo y contento por los resultados que estoy teniendo con la olla arrocera, la de presión convencional y la eléctrica, así como los demás nuevos equipos electrodomésticos en la cocina. Ya me desempeño en el lavado de la ropa y la limpieza de la casa…, aunque aún no me permitan planchar.

 

 

*Manuel E. Yepe Menéndez es Secretario del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, ONG constituida en 1949 que disfruta de status consultivo en el Consejo Económico y Social de la Organización de Naciones Unidas. Es abogado, economista y científico social, y se desempeña como Profesor Adjunto del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana. Fue Embajador de Cuba en Rumania, Director General de la Agencia Latinoamericana de Noticias Prensa Latina,  Vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión y Director Nacional fundador del Sistema de Información Tecnológica (TIPS) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Cuba .

 

 

 

 

 


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