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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008

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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: HOY AL CELEBRAR LOS 20 AÑOS DE CREACION DEL CENTRO MEMORIAL MARTIN LUTHER KING
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Wed, 25 Apr 2007 10:56:07 -0400


EL CENTRO ES…

Aquel 25 de abril de 1987 nos parece distante. Se han ido gentes queridas, nos hemos puesto más viejos, han nacido nuevos hijos, nietos, hemos crecido… Aquel pequeñito espacio que surgió de la sensibilidad y la inteligencia de dos pastores, Clarita Rodés y Raúl Suárez, que resignificaron su fe en una nueva pastoral comprometida con el proyecto social y humanista de la Revolución, no podría ser el mismo pues ahora otros rostros lo habitan, nuevos desafíos y circunstancias animan su quehacer.

Sus propósitos fundacionales, sin embargo, los que le dieron vida vuelven a evocarse en un cotidiano andar. La memoria regresa y con ella, muchos momentos, anécdotas, emociones compartidas, imágenes... Esa es una de las ventajas de regresar al pasado desde el presente. Hacernos preguntas, respondernos y volver a intentar preguntarnos…

¿Qué es el Centro? ¿Acaso un espacio para compartir el pan y la belleza, donde habitan la solidaridad, el ecumenismo real, la educación popular, la teología liberadora, la amistad y el sentimiento de pertenencia a un proyecto donde se juntan todas y todos los que creen

que otro mundo más justo, más humano no solo es posible sino necesario, un sueño que se hace camino al andar desde la historia y el sentir de un pastor bautista que apostó por el pobre, el negro, el excluido/a, un sueño que se reencanto desde su vocación comunitaria, heterogénea, participativa y crítica, en constante diálogo con su entorno social y barrial y con la vida del país…? ¿Acaso una

utopía…?

¿El Centro? Un espacio no acabado, siempre construyéndose y animándose, donde compartimos —además del café y la hermosa cuota de arroz y frijoles— una sonrisa o un dolor, una rabia o una alegría, un sabor y una libertad que nos viene de reconocernos diversos, imperfectas criaturas llenas de necesidades, vivencias, contradicciones y sueños. Somos lo que nos redime y lo que nos funda, sombras y luces en el camino de la vida y la esperanza. Un puente construido para que, cada día, podamos repetir el cotidiano milagro de caminar sobre las aguas…

El Centro es la realización de un sueño y de una lucha por ese sueño, teniendo en cuenta, por una parte, que en el contexto religioso, eclesiástico en el cual nosotros nos educamos, ejercimos el pastorado y ocupamos diferentes cargos dentro de esta denominación, había una total indiferencia

hacia la participación activa en los problemas de la sociedad y, sobre todo, para desarrollar proyectos de beneficio popular. Es decir, no había una tradición, ¡qué digo una tradición!, había una renuencia, una resistencia teológica a esa participación. Ésta se concebía como asistencialismo minúsculo: visitar a los viejecitos, ir al hospital, es decir, caía dentro del campo de las visitas pastorales, y claro, el compartir también era en minúsculo.

Por otra parte, los bautistas no elaboraron un proyecto diacónico, de servicio para la comunidad y, mucho menos, se permitía participar junto con las organizaciones populares del país en proyectos de mayor impacto.

La influencia del modelo soviético con respecto a la iglesia, a la religión, a los creyentes era totalmente ateísta y ponía frenos a la participación de la iglesia en actividades y proyectos sociales. Para muchos aquello era normal.

Recuerdo un pastor que decía: “Qué bueno es este gobierno de Fidel, se encarga de la labor material mientras nosotros podemos entregarnos a nuestra labor espiritual”. Muchos —que ni entendíamos, ni compartíamos ese maniqueísmo, esa dicotomía— estábamos desafiados por la obra revolucionaria a participar con la Revolución, desde nuestra identidad y militancia cristiana en la iglesia. El desafío era participar desde una motivación bíblica, teológica, diacónica pero hacerlo desde nuestra institución, es decir, desde nuestras iglesias. Entonces el Centro, por una serie de sucesos coyunturales, del desarrollo histórico del país no cejó en su empeño de abrir un camino en esa lucha que unió a muchos hermanos y hermanas, creyentes y no creyentes. Y así surgió hace ya veinte años. Nunca fuimos al partido o al gobierno a decirles “nosotros queremos hacer esto o aquello otro”. Esos espacios nos los hemos ganado trabajando junto a la gente, con la comunidad. Claro, aquel sueño ha crecido. Ahora hay muchos jóvenes que creen en esta propuesta de creación colectiva y nos ayudan a seguir adelante. (Raúl Suárez)

 

 

 

 

 

El 25 de abril de 1987 nació el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. Era hijo de innumerables debates, acciones, sueños, de cristianas y cristianos de la Iglesia Bautista Ebenezer de Marianao, empeñados en dar testimonio de su fe para participar en la construcción del proyecto social de igualdad y justicia inaugurado en Cuba en 1959.

Dicen que sus primeras acciones se desarrollaron en el barrio, junto al Consejo Popular y el Taller de Transformación Integral de Pogolotti; pero pronto, empezaron a llegar gentes de diversas iglesias, cristianos de otras denominaciones, creyentes de otras religiones, y cubanos y cubanas en general, que no profesaban ninguna religión. Así el Centro colocó la primera piedra para fomentar el ecumenismo desde la responsabilidad social de los cristianos.

Entre todas y todos, con el oído atento a la cambiante y tensa realidad cubana de fines de los ochenta y principios de los noventa, el Centro comenzó a cambiar, a ampliar su alcance, a incluir a muchos.

A la altura de 1994 definió su misión y sus propósitos. Con ligeras variaciones desde entonces esa misión lo ha definido como una organización macroecuménica de inspiración cristiana que acompaña solidaria y proféticamente al pueblo cubano y sus iglesias en la formación para la participación popular consciente, organizada y crítica empeñada en un proyecto socialmente justo. Aquí se realizan y propician procesos educativos de acción, reflexión y de comunicación, acompañamiento y articulación de actores sociales, y de solidaridad internacional.

En realidad el Centro es más que esto. Lo veo como un espacio en constante construcción de sentidos, saberes, vocaciones, espiritualidades, donde confluyen místicas, pasiones, rabias, y todo o casi todo es posible porque lo que es imposible es permitirse no soñar.

 

Dejemos entonces que lo sientan y piensen, en las páginas que siguen, sus

fundadoras y fundadores, y quienes en

estos veinte años, desde dentro y fuera,

han sido y son parte inseparable

de ese sueño que construimos juntas

y juntos.

 


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