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  • To: "potero" <potero@rhc.cu>
  • Subject: 10 de octubre de 1868, por Lohania Aruca Alonso
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Tue, 3 Oct 2006 10:35:13 -0400

Title: 10 de octubre de 1868

10 de octubre de 1868

 

Por Lohania Aruca Alonso

 

     Aún la campana de La Demajagua[i] dobla y redobla, sin cesar, en nuestras conciencias, ¡por la independencia de Cuba, por la libertad de los cubanos! A ciento treinta y ocho años del inicio en la isla de Cuba de la insurrección armada contra España, por sólo un puñado de hombres, a la cabeza de ellos Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, el Padre de la Patria, aquel hecho conserva su significado crucial: la afirmación indubitable de la existencia de una nueva nación, latinoamericana y caribeña, que rompió el eslabón más débil del yugo colonial español y con el mismo impulso heroico ¡se autoliberaba de la esclavitud! Céspedes, quien dio la libertad a sus esclavos, africanos o  descendientes de ellos, negros criollos, de modo simbólico los liberó a todos, y los llamó directamente ¡ciudadanos! También les increpó acerca de su nuevo deber para con la Patria recién fundada, y dirigió al nuevo conjunto del pueblo cubano estas palabras:

 

     “Ciudadanos, hasta el momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar su independencia. Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán siendo libres como los demás.”[ii]

(El subrayado es de la autora de este trabajo.)

 

     Recordemos tan sólo algunos datos estadísticos del censo oficial de 1861, que nos permiten tener alguna idea de lo que fue Cuba colonial al inicio de la década en la cual se desató la Guerra del 68, o primera Guerra de Independencia -el comienzo un ciclo que abarcó treinta años, hasta finales de 1898. 1 396 530 habitantes en total poblaban la colonia; 793 484 se declaraban blancos, mientras que, 603 045 eran “de color” (negros y mulatos), de ellos: 225 843 tenían la condición de libres y 370 553 se registraban como esclavos. 

 

     Es decir, una cuarta parte de la población que habitaba en la Isla, vivía y trabajaba bajo condiciones de esclavitud absoluta, era propiedad privada de una capa burguesa esclavista, que dedicaba esa fuerza de trabajo, principalmente, al cultivo y producción del azúcar de caña destinado el mercado mundial.  El trabajo forzoso, los abusos y violencias de todo tipo, con el único fin de extraer el valor económico del costo y gastos de mantenimiento del esclavo o la esclava, unido a las ganancias apetecidas, componen la escena denigrante en la que transcurrieron los primeros actos de nuestra cultura nacional.

 

     Cuba estaba humillada por la doble condición de colonia española y país esclavista, donde, no obstante todas las demandas realizadas por el “mundo civilizado” de entonces, se sostuvo el tráfico o trata comercial ilegal de esclavos africanos hasta la década de 1870 inclusive. Paulatinamente, y, ante todo,  gracias a la Guerra de Independencia, librada durante diez años por los patriotas cubanos, desde 1868 hasta la cuestionada Paz del Zanjón en 1878, se logró impulsar la abolición total de la esclavitud.

 

     El 7 de octubre de 1886, después de ocho largos años de denuncias y luchas políticas, se obtuvo el decreto de abolición del patronato -sistema de liberación de los esclavos con compensación económica de los dueños, transformados en “patrocinadores”, que fue inaugurado en 1880 y debía durar hasta 1888, como la última fase del  un cruento proceso  liberador.

 

     Esclavitud y dependencia colonial versus independencia nacional y libertad para todos los cubanos, sin tener en cuenta su raza o procedencia étnica, tales alternativas se establecieron como polos extremos de un antagonismo irreconciliable, y dinamizaron nuestra historia a todo lo largo del siglo XIX.  Por la voluntad ambiciosa de una minoría de ricos dueños de ingenios azucareros del occidente cubano, la isla de Cuba se convirtió durante el primer cuarto de los ochocientos, en la plantación azucarera esclavista más entregada a España, y más largamente defendida por ésta, constituimos su gran tesoro imperial en América. Mientras tanto, el resto de las ex colonias hispanas del Continente combatieron contra aquella metrópoli y en menos de quince años (1810-1825), se liberaron y llegaron a convertirse en jóvenes repúblicas independientes.

    

     La independencia nacional fue el primer paso, solamente, para conseguir la posesión de sus propias riquezas, y del camino por recorrer hacia la libertad total de sus pueblos.  Porque, todavía hoy se lucha en Nuestra América por la Segunda independencia de otro Imperio capitalista, aún más avaro y sanguinario que el español.

 

     Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (Bayamo, 18 de abril de 1819- Campamento de “San Lorenzo” 27 de febrero de 1874), resumió en sí las cualidades morales y físicas de un jefe militar y de un político maduro, plenamente convencido de la certeza de sus ideas liberales sobre las cuales realizaría la fundación de la nación y del pueblo cubano, al rojo vivo de la lucha, donde él mismo pereció. Representó una nueva voluntad, decidida por un destino superior. Ningún sacrificio personal detuvo, ni mezquindad alguna empañó su entrega a la Patria cubana; aquella alma de diamante confirió a las nuestras sus cualidades más excelsas, que persistirán eternamente. Hasta la muerte fue fiel a su formación de jurista y a su alta condición de ciudadano cubano, al tono y los objetivos civilizadores expresados en el “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba. Dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones”,[iii] que fue redactado el 10 de octubre de 1868, del cual extraigo y cito los siguientes párrafos ejemplares:

 

       “Al levantarnos armados contra la opresión del tiránico gobierno español, siguiendo la costumbre establecida en todos los países civilizados manifestaremos al mundo las causas que nos han obligado a dar este paso, que en demanda de mayores bienes siempre produce trastornos inevitables, y los principios que queremos cimentar sobre las ruinas de lo presente para la felicidad del porvenir.”

...

     “Cuba aspira a ser una nación grande y civilizada para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos, y si la misma España consiente dejarla libre y tranquila la estrechará en su seno como una hija amante a su buena madre, pero si persiste en su sistema de dominación y exterminio, segará todos nuestros cuellos y los cuellos de los que en pos de nosotros vengan antes que conseguir hacer de Cuba un vil rebaño de esclavos.”

 

     Cuba socialista es hoy la misma Cuba, resuelta y valerosa, que evoca Céspedes tan poéticamente.  No es español el imperialismo que hoy nos amenaza, pero tanto la reflexión como la promesa es válida ante el “nuevo” enemigo. Los cubanos abrigamos un corazón fraternal para todos los demás pueblos, pero no consentiremos jamás con la traición de retrotraer a Cuba hasta convertirla en un vil rebaño de esclavos. La nación libre que fundaron los padres de la Patria está hoy día en un alto sitial. A su elevación y al sincero respeto con que la ven gran parte de las naciones del mundo, como a un verdadero faro de esperanza, hemos contribuido generaciones, tras generaciones, de cubanos y cubanas. Cuentan ciento treinta y ocho los peldaños subidos por Cuba en la conciencia nacional y universal, desde el radiante amanecer del 10 de octubre de 1868; esta fecha inolvidable enmarca gloriosamente todo nuestro pasado, presente y futuro. Es la independencia nacional la garantía de la libertad individual; esta es la idea central y la más cara de todas cuantas se establecen en el precioso legado espiritual de Carlos Manuel de Céspedes para nuestro pueblo.-  

 

La Habana, lunes, 02 de octubre de 2006.   



[i] La Demajagua, ingenio o fábrica de azúcar perteneciente a Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, localizado cerca de Manzanillo, ciudad y actual municipio de la provincia de Granma.

[ii] Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Compilación de Fernando Portuondo del Prado Hortensia Pichardo Viñals. Tomos 1 y 2. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974. “Frases atribuidas a Céspedes el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua” p. 108-109.

[iii] Íbidem, p. 109-110.

 

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