COSAS DE FAMILIA, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: DAÑOS COLATERALES

ELECCIONES EN FAMILIA

 

 

                                                                                Jorge Gómez Barata

 

 

Hubo un tiempo en que los comentarios acerca de que Jeb Bush, hijo y hermano de los presidentes del mismo apellido y gobernador de La Florida, pudiera aspirar a la Casa Blanca me parecieron especulaciones. Creía que una sucesión dinástica era ajena al pragmatismo de los Estados Unidos.

Además de los Bush,  en la historia presidencial americana se recuerdan parentescos como John Adams y John Quincy Adams, padre e hijo que aportaron el segundo y sexto presidentes; Benjamín Harrison, número 23, era nieto de William Harrison, que había sido el 9no; Teodoro y Franklin Roosevelt, 26 y 32 presidentes, fueron primos lejanos y la mujer del segundo, Eleonora, era sobrina del primero. Si Hillary llega al despacho Oval, los Clinton harán historia.

Cuando después del 11/S aparecieron: las leyes patrióticas, las comisiones militares, las cárceles secretas y se legalizaron la tortura y las escuchas telefónicas y Bush asumió atribuciones que sobrepasaron límites constitucionales sagrados, se obviaron barreras que separaban a los poderes y se debilitó el control de la sociedad sobre el gobierno, la posibilidad de que el benjamín de los Bush fuera designado sucesor, no me pareció difícil.

La familia Bush no tiene razones para culpar a la guerra de sus desdichas porque el padre, fundador del linaje, formó parte de la generación que usufructuó el legado de la Segunda Guerra Mundial que sirvió para que Estados Unidos forjara su leyenda de combatiente por la libertad y la democracia.

Al entrar en las ciudades europeas, muchas de las cuales fueron abandonadas por los nazis antes de su llegada, los tanques Sherman rodaban sobre lechos de rosas, las muchachas competían por una foto con los bizarros soldados y los sargentos gringos firmaban autógrafos como si fueran estrellas de cine.

A la simpatía, fomentada por el heroísmo mostrado en los combates, añádase que los soldaditos del que entonces era un imperio bueno, repartían entre las poblaciones hambrientas, barras de chocolate, chiclets, cuadritos de azúcar, conservas cárnicas, latitas de Nescafé, cajetillas de Camel y Chesterfield y naturalmente, whisky y cerveza.

Las Guerras de Corea y Vietnam no proporcionaron popularidad a Truman y Johnson, la del Golfo reforzó la de Bush padre y en la de Irak, se ha hundido el hijo, que ha arrastrado consigo al hermano, convirtiéndolo en una baja natural.  

Joven e inexperto todavía,  Jed Bush comenzó su carrera en La Florida, en el negocio de bienes raíces, a la sombra de la corrupta mafia cubanoamericana, como protegido de Armado Codina, uno de los elementos a quien, junto a Jorge Mas Canosa, la administración Reagan confió la tarea de diseñar y crear la Fundación Nacional Cubano Americana.

Del mismo modo que las administraciones de Reagan y Bush, bajo diversas coberturas, utilizaron dinero de la CIA y fondos federales para convertir a la Fundación Nacional Cubanoamericana en la poderosa agencia de lobby que llegó a ser, la entidad dedicada a tiempo completo a la contrarrevolución y el terrorismo, pagó el favor trasvasando fondos de las arcas de los acaudalados cubanoamericanos a las campañas políticas de los Bush y otros políticos republicanos.

Aunque ahora no hubo un plan preconcebido y tal vez ni siquiera los Demócratas lo desearan, el cordón umbilical que ha mantenido unida a la contrarrevolución cubana con la administración ha sufrido daños considerables. A lo que fue una idílica conexión de la mafia cubana con la Casa Blanca no le esperaran sus mejores días.

Aunque con el fin del reinado del partido Republicano, que es el partido de los Bush en el Capitolio, el control mafioso sobre La Florida puede debilitarse, nadie debe acariciar la ilusión de que con el cambio de composición en el Congreso cambiara la política norteamericana, aunque en lo adelante los electores se cuidarán de meter todos los huevos en una misma canasta. 

Cuesta abajo, Bush arrastra a su hermano que tratará de afincarse en La Florida, tal vez sin sus antiguos amigos. Sin la protección imperial la influencia cubano americana mermará considerablemente. Un día puede terminar como ha terminado lo que quiso ser una dinastía.