NICARAGUA EN LA MEMORIA, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: NICARAGUA EN LA MEMORIA

NICARAGUA: EL SUEÑO POSIBLE

 

                                                                 Jorge Gómez Barata

 

Con la modestia de lo trascendente, Nicaragua no puso reparos al ceder los titulares de la prensa. Lo brillante de su victoria no quiso competir con la enormidad de la derrota norteamericana en las urnas y en la ONU.

Por una preciosa paradoja histórica, el mayor y más pobre de los países centroamericanos es el que por más tiempo ha luchado contra la oligarquía nativa y el imperialismo y obtenido las más brillantes victorias: en 1933 expulsó a los marines, en 1979 derrocó a los Somoza, en el 2006 triunfa otra vez.

Nicaragua, que formó parte del imperio mexicano de Iturbide, es la única Nación del planeta de la que un filibustero, William Walter, se apoderó a titulo privado y que durante 40 años fue gobernada por tres dictadores de una misma familia: Anastasio, Luis y Anastasio Somoza.

Por razones esencialmente geopolíticas, en fecha tan temprana como 1912, el presidente norteamericano William Taft, envío los marines a Nicaragua, acción muchas veces repetida por otras administraciones.

A la sombra de aquellas intervenciones y de la heroica resistencia de su pueblo inerme, creció Augusto César Sandino, que se forjó y maduró en estrecho contacto con la realidad de los pueblos centroamericanos y de México, donde trabajó como obrero y creció como patriota e internacionalista.

Sandino formó un legendario ejército popular, nutrido de campesinos y obreros, alimentado por la solidaridad latinoamericana, logró que en 1933, como parte de una nueva estrategia, Franklin D. Roosevelt ordenara la retirada de los Marines, dejando como Can Cerbero a la Guardia Nacional, encabezada por su más incondicional testaferro, Anastasio Somoza García que, en febrero de 1934 lo asesinó.

 

Con la muerte de Sandino comenzó la larga dictadura de la familia Somoza, que se prolongaría por 40 años. En ese período, el pueblo nicaragüense no dejó de luchar. Todos los dictadores fueron confrontados y los marines combatidos, forjándose una extraordinaria voluntad de resistencia, que en 1962, bajo la jefatura de Carlos Fonseca Amador, condujo a la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional, dirigente de la lucha armada, que en 1979 puso fin a la dictadura y avanzó hacia la definitiva independencia.

Habituado a tratar a Nicaragua como un feudo, Estados Unidos no se resignó a la existencia de una “Nueva Nicaragua” y lanzó contra ella todo su poder y toda su capacidad para la subversión, generando la más opulenta, cruel y prolongada de las guerras sucias que se haya librado nunca contra un movimiento popular.

El pueblo nicaragüense y su joven dirección revolucionaria, encabezada por bisoños comandantes guerrilleros, ninguno de los cuales había nunca ejercido responsabilidades de gobiernos, fueron confrontados por la formidable maquinaria de la CIA, el Pentágono y la Casa Blanca de Reagan, que impusieron una terrible guerra que desgastó al heroico pueblo nicaragüense. 

Obligado por aquellas circunstancias, la Revolución Sandinista maniobró, trató de edificar nuevas alianzas que finalmente condujeron a procesos electorales, en los cuales, la acción concertada del imperialismo, los remanentes de la poderosa oligarquía interna y los pseudos revolucionarios y reformistas de dentro y fuera del país, llevaron a la victoria de una coalición opositora. 

Logrado su objetivo, Estados Unidos volvió la espalda al país que contribuyó a empobrecer durante casi un siglo y cuyas esperanzas canceló. La corrupción y la opresión regresaron hasta recordar los días de Somoza.

Cuando se hizo evidente que el pueblo nicaragüense estaba resuelto a, mediante las urnas, terminar con el paréntesis neoliberal y restablecer en el poder al sandinismo, Estados Unidos se movilizó sin poder impedir la victoria, que hoy los revolucionarios latinoamericanos celebran como propia. Nicaragua es otra vez el sueño de lo posible.