NO LLAMEN A LAS TROPAS, por Jorge Gómez Barata

[Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>]

Title: NO LLAMEN A LAS TROPAS

NO LLAMEN A LAS TROPAS

 

 

                                                              Jorge Gómez Barata

 

Antes de la era Bush, levantar muros para deslindar fronteras y llamar a las tropas para tareas policíacas, eran prácticas totalitarias y tercermundistas, que al ser adoptadas por Estados Unidos, Europa e Israel han perdido sus connotaciones brutales.  

El fondo estriba en que no se trata del lugar en que se levante un muro ni del hecho de el ejército sea transformado en gendarmería, sino de las gentes a quienes detiene. El muro de Berlín era aborrecible porque impedía el transito a los alemanes. De haberse tratado de africanos, palestinos o mexicanos, todo hubiera sido menos dramático.

Desde la época de la Guerra Civil existen pocos antecedentes de que el ejército de los Estados Unidos, o la Guardia Nacional que es su primera reserva, hayan actuado en tareas relacionadas con el orden público o la seguridad interna, los caso en que ha intervenido son de triste recordación.  

No obstante la ilegalidad del empleo de las tropas en acciones de carácter policiaco, en algunos estados sureños se introdujo la práctica de utilizarlas para mantener la discriminación racial.

En 1954, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó que la segregación radial en las escuelas publicas era ilegal, no obstante en 1957, en actitud de franca rebeldía, Orval Faubus, gobernador de Arkansas, decretó el Estado de Emergencia y movilizó a la Guardia Nacional para reprimir las protestas e impedir el acceso de varios jóvenes negros a un escuela secundaria de Little Rock.

Al presidente Dwight Eisenhower no le tembló el pulso y despachó al ejército. Durante la noche tropas aerotransportadas ocuparon la capital estatal y en la mañana soldados fuertemente armados escoltaron a la única niña negra cuya familia tuvo el valor de enviarla a la escuela.

También contra la decisión de los tribunales federales, en 1962, las autoridades y la Guardia Nacional de Mississippi trataron de impedir que primer estudiante negro matriculado en la universidad estatal, James Meredith, accediera a las aulas. Desde Washington se despacharon agentes federales que lo escoltaron hasta su pupitre.

En junio de 1963 el gobernador de Alabama, George Wallace, se parapetó frente a la puerta de entrada de la universidad estatal para con su cuerpo impedir el acceso de estudiantes negros. Esta vez fue Robert Kennedy quien se personó en la ciudad y planteó la alternativa: o se aparta y ordena la retirada de la Guardia Nacional o las tropas federales lo harían.

Ante la negativa del funcionario, se emitió un decreto retirándole el mando sobre la Guardia Nacional y las tropas federales se hicieron cargo de la situación.

De todas las intervenciones de la Guardia Nacional en funciones policíacas, ninguna fue tan trágica como los sucesos de la Universidad Estatal de Kent en 1970 cuando los militares dispararon contra los estudiantes que protestaban contra la guerra en Vietnam, matando a cuatro e hiriendo a otros nueve.

No se trata de que los efectivos de la Guardia Nacional sean necesariamente violentos o estén predispuestos a causar daño a la población, sino de que no están entrenados para tareas de orden público, sino preparados para ser letales. Para ellos, como para cualquier otro soldado, un adversario es un enemigo. Tampoco cuentan con medios apropiados para lidiar con incidentes que involucran a civiles, ya sean estudiante o emigrantes.

La decisión del presidente Bush de enviar 6000 efectivos de la Guardia Nacional, a la frontera con México que se extiende por más de 3000 kilómetros desde ahora hasta el 2008 es extraordinariamente peligrosa. Nadie puede garantizar que no ocurrirán hechos que haya que lamentar.  

Afirmar que la frontera será custodiada por militares aunque no militarizada es otro homenaje a Cantinflas.