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Wikileaks: Venezuelan ambassador Freddy Balzan emails 2005-2008

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  • To: "Marian Calvo" <mcalvo@rhc.cu>
  • Subject: Crónica de El Nuevo Día de Puerto Rico
  • From: Pedro Martínez Pírez <pmpirez@rhc.cu>
  • Date: Sat, 7 Apr 2007 10:31:13 -0400
  • Content-transfer-encoding: 8bit

....
>
> 04/06/07 -  El Nuevo Dia (Puerto Rico) -Travesía marcada por las sorpresas
>
> Por Omaya Sosa Pascual / Enviada especial
>
> LA HABANA - Son las 6:30 de la tarde y el sol se pone por el malecón. Los
> matices azules en el cielo pintan con aire de nostalgia a esta hermosa
> ciudad.
> Estábamos al frente, en la Cafetería Prado 12, donde se come bien y los
> mojitos no tienen igual, pero había que salir porque el camino era largo y
> desconocido.
> Nos disponíamos a lanzarnos a la aventura en un toyotita alquilado, mapa
en
> mano, para poder mostrarle luego a Puerto Rico las realidades de la Cuba
de
> hoy, más allá de la mítica Habana. La capital es fascinante y tiene miles
de
> historias que contar, pero usualmente, cuando se habla de Cuba, se ignora
al
> resto de la isla, donde vive 80% de sus 11.3 millones de habitantes.
> Queríamos rescatar sus realidades.
> Era mi tercera visita; en las anteriores no había pasado de Varadero.
> Teníamos seis días por delante y nuestra única brújula era llegar, en
algún
> momento, a Santiago con suficiente tiempo para regresar puntuales a una
> entrevista con el presidente del parlamento, Ricardo Alarcón. En el mejor
de
> los casos, eran de 14 a 16 horas de viaje, sin contar con las paradas para
> las entrevistas y fotos que surgieran en el trayecto.
> Con suerte, incluso, queríamos llegar a Guantánamo, el pueblo cubano al
otro
> lado de la base militar norteamericana, para localizar a una legendaria
> comunidad de puertorriqueños de la que supimos por una de esas
casualidades
> de la vida.
> El fotógrafo Ismaelito Fernández, experto en etiqueta cubana de tránsito
> tras nueve visitas a la isla, tomó el volante. En el asiento de atrás,
> nuestro amigo Benito y su hijo, quienes servirían de asistentes durante la
> expedición. Todos hombres. Hacía tiempo que no me sentía tan minoría en
una
> conversación.
> Nos internamos en la Ocho Vías, nombre común para la Autopista Nacional,
que
> va de La Habana hasta poco después de Sancti Spiritus. La carretera es
> relativamente buena y muy limpia, mejor de lo que esperaba, y no hay
rótulos
> con publicidad, lo que es extraño para un puertorriqueño.
> Rápidamente, nos topamos con el problema de trasporte. A orillas del
expreso
> empezaron a aparecer personas agitado pesos cubanos en la mano para
> incentivar a los conductores a darles pon o "botella".
> También comenzaron a aparecer cafeterías-restaurante abiertas 24 horas
para
> alimentar tanto a viajeros como a los que esperan por el viaje.
> Tras cuatro horas, llegamos a Santa Clara. Por el camino, habíamos
reservado
> unas "casas particulares" para dormir, así es que paramos a pedir
> direcciones a los primeros que vimos: unos jóvenes jugando dominó en el
> medio de la calle con las puertas de sus casas abiertas. La gente en Cuba
> vive así, con las puertas abiertas.
> Un hallazgo inesperado
> Alain, un avispado flaco de ojos verdes, se ofreció a dirigirnos, pero
> Ismael, que no puede resistirse a una posible imagen, le lanzó un "¿puedo
> entrar a ver tu casa?". Aceptó de inmediato y nos encontramos con la
primera
> de las innumerables sorpresas y entrevistas no planificadas que nos
deparaba
> el destino. El hermano de Alain y su novia disfrutaban de unos DVD de
Daddy
> Yankee.
> Tras hablarnos sobre el reguetón y las discotecas, Alain brincó en su
> bicicleta y nos lideró por las callejuelas de laberinto a una velocidad
> inconcebible, a 30 millas por hora, según el odómetro. En la esquina, nos
> recibió un gallo despescuezado, residuo de alguna limpieza de santería. La
> amabilidad de Alain y su apertura, mayor que en la ciudad, así como su
> entusiasmo al saber que éramos puertorriqueños, sería emulada
infinitamente
> por muchos otros en los siguientes días.
> Las "casas particulares" son residencias donde los dueños han habilitado
una
> o más habitaciones para alquiler con permiso del gobierno cubano. Por unos
> $25 por noche, en ocasiones son mejor alternativa que un hotel. Esa noche,
> cada cual durmió de acuerdo a la calidad del colchón que le tocó. Yo dormí
> maravillosamente bien.
> La mañana siguiente, tempranito, estábamos de salida. En la despedida,
> Gladys Lara, dueña de una de las casas, aceptó contestar preguntas sobre
la
> transformación del país.
> La maestra retirada, "católica-fidelista", indicó que antes de la
revolución
> su familia era pudiente, pero veía mucha miseria en sus salones, mientras
> que ahora le da gusto ver a todos los niños, uniformados y con zapatos,
> estudiando en las escuelas. "No la vivía, pero la veía", aseguró.
> Llegamos a la acogedora plaza central, donde las bicicletas y los coches
con
> caballo se confundían en las calles con las motos con "sidecar" y los
autos.
> Luego sabríamos que mientras más te alejas de la ciudad, aumentan estos
> medios de trasporte y menguan los motorizados. En la plaza, encontramos
> vendedores de flores y una multitud esperando para comprar por 15 pesos
> cubanos ($1) el libro Cien Horas con Fidel en la Feria Internacional del
> Libro, que había sido llevada a todas las provincias esa semana. "Ha sido
la
> muerte, mucho trabajo pa' coger un libro", opinó Maritza Pérez tras
terminar
> la jornada.
> Poco después, salimos en ánimos de ver los sembrados agrícolas en la
Sierra
> del Escambray y luego visitar el memorial-museo donde descansan los restos
> de Ernesto "Ché" Guevara.
> Sin embargo, las imágenes y conversaciones con los guajiros en el trayecto
> pudieron más. Entre ellos, Marcela Colina, quien nos mostró su vega de
> tabaco y nos contó que la sequía había dificultado la cosecha, pero que
aún
> así estaba satisfecha. La mujer de cabellos difíciles y piel curtida por
el
> sol nos abrió gustosa las puertas de su humilde hogar y se dejó retratar.
Lo
> único que pidió emocionada fue que tratáramos de enviarle una copia de la
> imagen. Nunca ha ido a La Habana, e hizo claro que el pensamiento es uno
> lejano en su mente. De computadoras, ni hablar, así que esperemos que el
> servicio postal llegue hasta su remota comunidad.
> Más adelante, Miguel Medina, cultivador desde niño, nos mostró su casa de
> tabaco, que es donde se secan las hojas para la posterior venta del
producto
> al Estado. Con entusiasmo, explicó todo el proceso y nos invitó a pasar a
su
> casa a tomar café. No pudimos hacerlo porque había que seguir, pero le
> ofrecimos una propina por su tiempo, que rehusó aceptar. En La Habana, le
> tomas una foto a alguien y te pide $1 a cambio; en el campo, tomas una
foto,
> te piden más y te invitan a una taza de café.
> Más adelante, encontramos un modesto policlínico comunitario donde dos
> médicos, una enfermera y practicantes de Nicaragua, México y Venezuela
> atienden urgencias las 24 horas.
> Estaba vacío al momento y las condiciones causaban desconfianza a una
> sanjuanera, pero la enfermera de turno aseguró que podían atender allí
> infartos, colocar tubos de pecho y hacer traqueotomías para estabilizar a
> los pacientes y llamar a la ambulancia para el traslado a un hospital.
> Continuamos rumbo a Camagüey por la Ocho Vías y por la Carretera Central.
> Aquí cambia todo, desde el inicio, aparecen periódicamente pintorescos
> rótulos de propaganda pintados a mano. "Firmeza y coraje", "Junto a Fidel
y
> Raúl venceremos", "Patria es humanidad" y "Cuba es un ejemplo de un mundo
> mejor", se leía en algunos de ellos. La Central es de dos carriles, uno de
> ida y otro de vuelta; es buena en unos trayectos, muy mala en otros, pero
> sigue siendo un placer manejar por ella para el que no anda con prisa.
> Encantadoras escenas
> Las imágenes son mágicas. El verdor profundo de los montes y el amarillo
> quemado de los llanos, las casitas de madera y los guajiros con carretas
> llenas de caña y arrastradas por bueyes, el olor a pasto quemado y el aire
> fresco -liviano de noche- son una constante reminiscencia de otra época.
> Pasamos, además, sembradíos de guineo, papaya, cítricos, viandas y frutos
> menores, así como extensas tierras dedicadas al ganado, que en más de una
> ocasión, se adueñó de la vía.
> Luego estaban las sorpresas que nos daban viñetas de la cotidianidad
rural.
> Un hombre cargando dos cerdos vivos en la parte de atrás de su bicicleta
al
> mediodía, y un joven solo pescando al amanecer en un lago y sobre una
> llanta, fueron algunas de estas escenas.
> Arribamos a Camagüey en la noche, cansados, con habitaciones reservadas en
> el Hotel Colonial, sólo para encontrarnos con una de esas desagradables e
> incomprensibles situaciones que han menguado, pero que aún ocurren en
Cuba.
> Nos informaron que en ese hotel nuestros amigos no podían hospedarse por
ser
> cubanos, ni nosotros por americanos. Tras un rato de conversación, a los
> periodistas nos dieron oportunidad por ser puertorriqueños. Los cubanos
> consiguieron otro lugar.
> Al día siguiente, recorrimos el pueblo tratando de evitar que el sabor
> amargo de la noche anterior nublara nuestra apreciación. Agraciadamente,
> fuimos a una casa llena y luego nos topamos con la celebración del cierre
de
> la Feria del Libro en un parque con quioscos, diversiones para niños,
> desfile de moda al paso del "tecno" y un espectáculo de raperos.
> El lugar estaba lleno de gente que disfrutaba de una linda tarde
dominical.
> Pasamos, además, por uno de los mercados que Raúl Castro, hermano de Fidel
> Castro, está estableciendo para promover los productos de los agricultores
y
> mejores precios para los ciudadanos. Había vegetales de todo tipo. Arroz y
> frijoles por entre $.04 y $0.13 y lomo de cerdo y tocineta a $1.48 y $0.69
> la libra. Los precios distan abismalmente de los de los supermercados en
> divisa, donde cualquier cosa puede costar varios dólares. El contraste es
> parte de la locura del sistema económico cubano con sus dos monedas. La
> situación, que se extiende a tiendas de ropa, librería, farmacias,
> restaurantes, bares, discotecas, y otros, es más crítica en las grandes
> ciudades, porque en los pueblos domina el peso cubano y los precios son
> hasta un 80% más bajos que los habaneros.
> Tras varias entrevistas, corrimos porque esa noche debíamos llegar a
> Santiago. Guiamos sin parar hasta Las Tunas, una cerveza, y seguimos a
> Bayamo, donde nuevamente nos sorprendió la noche con su olor a quemado.
Pero
> estábamos decididos. Continuamos a Contramaestre, Palma Soriano y, poco
> después, decidimos parar a preguntarle a la gente que estaba en una
carreta
> en el paseo.
> No había luces, ni nada en el lugar, sólo la carreta, su caballo y sus
> tripulantes. Al bajar el cristal, ¡otra imagen! El grupo iba cargado de
> instrumentos musicales rumbo a un cumpleaños y la luna estaba llena. Clic,
> clic, clic, clic. Ismael no paraba de disparar.
> Al montarnos para seguir, en medio de la nada, el vehículo tenía una goma
> explotada y la batería muerta.
> "No hay problema", dijeron, se bajaron de la carreta y enviaron al jinete
a
> buscar otra batería, en un sitio donde los carros escasean. El resto juró
no
> moverse del lugar hasta que resolviéramos. Nos brindaron varias melodías y
> destaparon su única botella de ron para convidarnos. Nunca me había
sentido
> tan segura.
> Después de varias horas, resolvimos el problema y nos invitaron a pasar al
> día siguiente por su comunidad para hacer una fiesta "como Dios manda" y
> matar "un macho", como le dicen al cerdo, en nuestro honor. Nos despedimos
> como si los conociéramos de toda la vida.
>
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