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Sent: Friday, September 15, 2006 8:55 AM
Subject: La soledad de Argentina en La Habana.

La soledad de Argentina en La Habana

Atilio Borón

El lunes 11 comenzó en La Habana la XIV Cumbre del Movimiento de Países No-Alineados. El MNOAL surgió a mediados del siglo pasado en el marco de la descolonización desencadenada después de la Segunda Guerra Mundial cuando los imperios británico y francés en África y Asia se enfrentaban a su inexorable ocaso. No sólo era un mundo donde naciones sometidas por siglos al colonialismo se sacudían sus cadenas y reafirmaban su naciente protagonismo en el sistema internacional. También era el mundo conmocionado por los fragores de la Guerra Fría que enfrentaba a los Estados Unidos y sus aliados, los autoproclamados defensores de la democracia y el “mundo libre”, con la Unión Soviética y un heterogéneo conjunto de países, China entre ellos, que para la insidiosa propaganda occidental representaban el “totalitarismo comunista.” Los principios políticos generales del MNOAL son hoy tanto o más actuales que nunca, y sobrevivieron al derrumbe del orden bipolar que había precipitado su nacimiento: defensa del multilateralismo como único mecanismo para encontrar soluciones a los problemas fundamentales de la humanidad; respeto a los principios consagrados por la Carta de la ONU y el Derecho Internacional; condena irrestricta a toda acción militar llevada a cabo sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, a toda forma de ingerencia en los asuntos internos de los estados y al uso o la amenaza de uso de la fuerza en las relaciones internacionales; lucha por la democratización del orden económico y político internacional; defensa de los derechos humanos, entendidos como universales, inalienables, indivisibles e interdependientes; condena a toda violación de los derechos humanos y crímenes de guerra y compromiso de avanzar hacia el desarme general y completo bajo estricta verificación internacional. En relación a la prolongada crisis de Medio Oriente el MNOAL apoya la plena conformación del Estado de Palestina y el retiro de Israel de todos los territorios ocupados en 1967, ¿Quién en su sano juicio se atrevería a declarar la obsolescencia o irrelevancia de estos principios?

Desde su cristalización en la Conferencia Afroasiática de Bandung de 1955, cuando reunió a 29 Jefes de Estado de Asia y África, el MNOAL ha ido extendiendo su influencia al resto del mundo, sobre todo en América Latina y el Caribe. En la actualidad agrupa a 116 países miembros -entre los que sobresalen la India, Pakistán, Indonesia, Argelia, Egipto, Filipinas, Malasia, Singapur, Sudáfrica, Tailandia, Vietnam - incluyendo a 24 países de América Latina, desde Venezuela hasta Chile, pasando por Bolivia, Ecuador, Colombia y, por supuesto, Cuba. A esto se le suman 15 países en calidad de observadores, China es uno de ellos, y casi todos los del MERCOSUR, pero con dos excepciones: Venezuela, por ser miembro pleno, y la Argentina, por estar en una especie de limbo solitario, ni adentro del movimiento ni del todo afuera. Es, en consecuencia, un país “invitado” y cuya influencia internacional en un foro tan importante como el que se está reuniendo estos días en La Habana deberá limitarse a asistir a las ceremonias de inauguración y clausura de tan importante evento y levantar su copa en el brindis de despedida a las delegaciones extranjeras. Nótese que el MNOAL reúne casi a las dos terceras partes de los miembros de las Naciones Unidas, y cerca de setenta Jefes de Estado o de Gobierno han comprometido su asistencia a La Habana. Entre nuestros vecinos Brasil estaría representado por su Canciller y Venezuela y Bolivia por sus presidentes, mientras que Chile, Uruguay y Paraguay también enviarán representantes del más alto nivel. Argentina, en cambio, lo hará por conducto de su embajador en La Habana y un enviado especial. Ni el Presidente, ni el Canciller ni un funcionario de rango ministerial concurrirán a la Cumbre. En pocas palabras, un papelón.

Con su renuencia a participar plenamente en la reunión del MNOAL la Argentina sigue dando muestras de la radical ineptitud de sus grupos dirigentes para comprender como funciona el sistema imperial y cómo desenvolverse inteligentemente en el mismo. No somos nada: ni chicha ni limonada. Erráticos e imprevisibles, oscilamos entre la obscena (¡y masoquista!) adoración de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos y el igualmente obsceno abrazo del canciller de la dictadura, Nicanor Costa Méndez, con Yasser Arafat en la reunión ministerial del MNOAL en La Habana, en Mayo de 1982, cuando en su desesperación los genocidas de la Casa Rosada fueron a buscar apoyos y solidaridades en el MNOAL para afrontar la Guerra de Las Malvinas. Hoy seguimos sumidos en la confusión. La Argentina entró al movimiento en 1973 de la mano de Juan D. Perón. Con la dictadura los militares decidieron congelar la relación -pero sin retirarse del mismo- al tiempo que proliferaban las críticas a los “rojos” del MNOAL. Más tarde Alfonsín recuperaría la vinculación con el movimiento e, inclusive, encabezaría la delegación que participó en la VIII Cumbre de Harare, Zimbabwe, en 1985. Poco después el Canciller Dante Caputo ocuparía la presidencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas gracias al voto de los no-alineados, en un categórico respaldo a la reivindicación argentina por la soberanía sobre las Islas Malvinas. El deshonor de nuestra arrogante e intempestiva salida del MNOAL, teñida de fuertes tonalidades racistas, le cupo a Carlos S. Menem, en 1991. Asesorado por Domingo Cavallo y Guido Di Tella llegó a la conclusión de que el multilateralismo era un obstáculo a los benéficos vientos de la globalización y que, con el fin de la Guerra Fría y la constitución del Nuevo Orden Mundial proclamado por Bush padre, el no-alineamiento era una incómoda reliquia del pasado. Además, la Argentina estaba entrando a pasos acelerados al Primer Mundo, como era evidente salvo para los necios y cuyas consecuencias los argentinos seguimos disfrutando hasta el día de hoy, de modo tal que nada teníamos que hacer con ese pobrerío oscuro y revoltoso que desafiaba el pulcro ordenamiento labrado por los estrategas del imperio. Después, ni los insípidos “progres” de la Alianza, ni Duhalde ni Kirchner revirtieron tan estúpida actitud. Por eso la Argentina esta en Cuba como una simple invitada, sin voz ni voto, sin siquiera poder escuchar las deliberaciones de un conjunto de países llamados a ejercer un papel cada vez más importante, económico y político, en la reconstrucción del actual “desorden internacional” cuyas muestras más lacerantes son la guerra en Irak; la invasión israelí al Líbano y el genocidio de los palestinos; las cárceles clandestinas de la CIA y los horrores de Abu Ghraib y Guantánamo.

Con su actitud el gobierno de Kirchner le dará así la espalda a un foro que agrupa a gran parte de los verdaderos aliados de la Argentina: los que están a favor de la paz y apoyan las reivindicaciones a favor de un orden económico mundial más justo y equitativo; los que luchan contra el proteccionismo del Norte y resisten las imposiciones de la OMC que perpetúan la pobreza de los muchos y la riqueza de una fracción de la población mundial. En su torpe soledad el gobierno argentino también se privará de compartir sus aspiraciones con quienes año tras año respaldan nuestros reclamos de soberanía sobre las Malvinas en la Asamblea General de la ONU. Y, como si lo anterior no fuera suficiente, haremos un desaire al país anfitrión, Cuba, con quien nos unen lazos históricos profundos que van desde Martí, cónsul honorario de la Argentina en Nueva York y corresponsal de La Nación (a finales del siglo diecinueve, en sus mejores tiempos, cuando era un periódico y no lo que es hoy, un agente ideológico de la reacción y contumaz apologista del terrorismo de Estado) hasta el Che, pasando por Martínez Estrada, Cortázar, Rodolfo Walsh y tantos otros. Aunque parezca increíble el chantaje sobre el gobierno argentino ejercido por La Nación en indigno contubernio con la mafia de Miami -esa que con la complicidad de la Casa Blanca protege a terroristas confesos como Bosch, Posada Carriles y tantos otros- dio sus frutos. Con el pretexto del “caso Molina”, donde violando las más elementales normas diplomáticas la Argentina se inmiscuye temerariamente en asuntos internos de Cuba, la derecha de este país y la Casa Blanca logran someter a sus dictados al gobierno haciendo que éste juegue a favor del imperio-que no podría ver con peores ojos al MNOAL y su reunión nada menos que en Cuba- y en contra de sus aliados naturales, debilitando al mismo tiempo la coherencia política del MERCOSUR. Con su faltazo a la cita de La Habana Kirchner pierde la oportunidad de abandonar el rumbo trazado por Carlos S. Menem, a quien no cesa de criticar verbalmente pero cuyas orientaciones generales en algunos planos no parece dispuesto a revisar, certificando por enésima vez el abismo que separa la estridente retórica “tercermundista” del Presidente de la dócil levedad de sus acciones.
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